La historia del juego se remonta a cientos de años atrás. Ya en la Edad Media, la gente se dio cuenta de que ganar no dependía únicamente del azar; era posible calcular su probabilidad mediante las matemáticas. El primer trabajo serio en este sentido fue realizado por Gerolamo Cardano, que escribió un libro entero sobre los dados y las dependencias matemáticas implicadas en ellos en la primera mitad del siglo XVI. La obra explicaba cómo gestionar las apuestas para maximizar las ganancias y minimizar las pérdidas. Galileo, Pascal, Huygens, Bernoulli, Poisson, Laplace, Moivre y otros matemáticos de renombre mundial desarrollaron posteriormente el tema. De varias maneras llegaron a la conclusión: dado el número de posibles partidos y formas de ocurrencia, es posible, por cálculo matemático, obtener la probabilidad de una combinación ganadora en cualquier juego. Así nació la teoría de la probabilidad en los juegos, no sólo en las cartas y los dados, sino también en las tragaperras de los modernos casinos online. Gracias a ello, hoy los desarrolladores de nuevos modelos matemáticos para los juegos pueden asegurarse de que los propietarios de los casinos siempre ganen.
En la literatura especializada, el término se interpreta como una determinada cantidad de dinero que un jugador puede ganar o perder como resultado de un juego realizando apuestas idénticas en un determinado periodo de tiempo. Existe una fórmula que puede utilizarse para calcular la expectativa: el número de ganancias dividido por el número de resultados posibles y multiplicado por el importe de las ganancias. A este valor se añade el número de pérdidas dividido por el número de resultados posibles y multiplicado por el importe de la apuesta. En la mayoría de los juegos de azar que se ofrecen a los usuarios de los modernos casinos online, la expectativa tiene un valor negativo. Esto significa que cuanto más tiempo juegue un usuario, más probabilidades tendrá de perder.
En la literatura matemática, la varianza se define como la cantidad de desviación de un indicador respecto a su media. En el contexto de los juegos de azar, es una medida de la desviación del resultado respecto a la expectativa matemática. La matemática de ganar/perder es imposible de calcular por adelantado. Se trata del mismo azar, en cuya voluntad confía la mayoría de la gente corriente. La dispersión permite que casi todo el mundo gane en un periodo corto de tiempo, pero excluye la posibilidad de construir una estrategia ganadora en el caso de un juego prolongado. Los propietarios de casinos que no deseen incurrir en pérdidas, ni siquiera a corto plazo, deben mantener esta cifra al mínimo.
El campo de la ruleta clásica en su versión europea tiene treinta y siete casillas, la mitad de las cuales son rojas y la otra mitad negras. Una celda es verde, que es el conocido cero. La probabilidad matemática de cualquier valor numérico en el campo está dentro del tres por ciento (2,7% para ser exactos), y uno de los dos colores – alrededor del cuarenta y nueve por ciento (48,6%). Un simple cálculo muestra que la probabilidad de adivinar uno de los dos colores es casi veinte veces mayor que cualquier número. Esta es la base del sistema de apuestas: cuanto menor sea la probabilidad de ganar, mayor será el importe. Si quiere tener una ruleta en su casino, opte por la opción de dos ceros; le dará una ventaja tres veces mayor sobre sus jugadores que la versión europea clásica y más de cinco veces mayor que la variante sin ceros.
Los cálculos matemáticos sólo pueden ayudar al jugador si hay una gran cantidad de datos estadísticos (caídas, apuestas, repeticiones), lo que es casi imposible en un juego estándar. Por ello, todo el poder de las matemáticas está del lado del propietario del casino, que recibe de los desarrolladores una herramienta muy precisa para ganar dinero que no falla.
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